Una diferencia que va más allá del origen

Tener un gato en casa es mucho más que sumar una mascota al hogar: es abrir la puerta a un ser vivo que, con su personalidad y carácter únicos, marcará nuestra vida. Sin embargo, la forma en que ese gato llega a nosotros puede tener implicaciones éticas, económicas y emocionales profundas. Comprar y adoptar son dos caminos diferentes, y cada uno trae consigo consecuencias que conviene conocer antes de decidir.

El gato comprado/ regalado  suele provenir de criaderos especializados o tiendas de animales. En la mayoría de los casos, el comprador busca una raza específica, con ciertas características físicas o de temperamento que se ajusten a sus preferencias. Esto puede significar un precio elevado, ya que el valor del animal incluye factores como pedigrí, pruebas genéticas y cuidados previos. En el mejor de los escenarios, se acude a criadores responsables que cumplen con estándares de bienestar animal. No obstante, existe el riesgo de fomentar la cría indiscriminada y el comercio abusivo, donde los animales son tratados como mercancía y no como seres vivos.

El gato adoptado, en cambio, llega normalmente desde refugios, protectoras o rescatistas independientes. Muchos de estos animales han sido abandonados, maltratados o nacieron en la calle. Adoptar implica brindar una segunda oportunidad a un ser que, sin esa intervención, podría enfrentar un destino incierto o incluso fatal. Además, la adopción suele incluir beneficios como esterilización, vacunas y chequeos veterinarios iniciales, lo que no solo facilita la integración del gato en su nuevo hogar, sino que también ayuda a prevenir problemas de salud y a controlar la sobrepoblación felina.  Son gatos sociables que las cuidadoras conocen su caracter y pueden indentificar que familia se puede adaptar mejor a cada michi. 

Desde el punto de vista emocional, la diferencia es significativa. Quienes adoptan suelen experimentar una conexión especial con su gato, basada en la gratitud y la confianza que se construyen día a día. Por su parte, quienes compran pueden obtener exactamente el tipo de animal que desean, pero quizá sin el trasfondo de rescate que intensifica el vínculo.

En última instancia, tanto comprar como adoptar son decisiones que deben asumirse con responsabilidad. No se trata solo de elegir un animal, sino de comprometerse a cuidarlo durante toda su vida. Sin embargo, la adopción ofrece la oportunidad de salvar vidas, promover la empatía y contribuir a un cambio positivo en la forma en que nuestra sociedad se relaciona con los animales.